Porque no me gustaba ir al colegio, porque me obligaban a
hacer cosas que no me agradaba, ponían limites a mi creatividad, me infundían
miedo, me amenazaban, me impedían ser rebelde, preguntón, curioso, observador,
estar conectado con mi interior, me obligaron a competir con los otros, no
importando ser desleal, individualista o pisotear al compañero.
La escuela es lo peor para un estudiante que quiere
desplegar su iniciativa, un simple programa educativo formulado por un
administrativo o alguien que nunca enseñó, esteriliza toda la potencia que el
individuo posee para ser una fortaleza cognitiva.
La escuela es una simple guardería, una penitenciaria, una
cárcel, donde van los chicos para que no estén jodiendo en casa, la escuela te
corta las alas, te frena, te pone lento, sumiso, obediente y conformista, te
quita la libertad, te convierte en persona dependiente de las otras personas,
sacrifica tu libertad bien entendida.
Saliendo de la escuela prometí no agarrar más un libro, llegué
a odiar la lectura porque me obligaban a memorizar las fechas, nombres,
capítulos de odiseas y mitologías que no tenían aplicación práctica ni
procedimental, yo quería aprender algo que me sirva.
Yo quería que me ayuden a conocerme, a desarrollar mi
autoconocimiento, a desarrollar mis emociones, aprender a utilizar las
herramientas que me permitan desarrollar mi propio destino, ser autor de mi
futuro, ser sociable e independiente.
Ahora que estamos amenazados por una pandemia, les digo a
los estudiantes que se quedarán en casa que aprovechen esta gran oportunidad de
ser dueños de su desarrollo intelectual, si no son fuertes en un área, impulsen
el área que más les gusta, no se detengan en algo que les resulta tedioso,
generen y potencien su propia educación mediante las tecnologías informáticas,
no se distraigan ni se aburran, construyan su propia conducta y respeto a los
demás, pues aprender en casa es más delicioso que asistir a la escuela arcaica,
desfasada en el tiempo y estresada.