Las extraordinarias obras milenarias
que nos han legado los incas nos dan una prueba incontrastable de que el
imperio incaico fue una superpotencia, ingenieros y constructores cuyos trabajos hasta la fecha y
pese al vertiginoso avance tecnológico no han podido ser igualados,
invirtieron mucha energía en producir y reproducir su territorio, mediante una
sofisticada diplomacia convencieron a los pueblos vecinos para absorber pacíficamente
sus modos de vida y su cultura.
Para mantener la paz y conquistar aquellos
pueblos en estado de convulsión los incas disponían de un poderoso ejército,
cuyas técnicas, tácticas y estrategias sorprenden a los expertos militares, por
su capacidad de movimiento en zonas extensas, su flexibilidad para diseñar
modalidades de lucha en todo tipo de terreno, dominio absoluto de las
accidentadas e impenetrables alturas que configura la accidentada cordillera de
los andes, elevadas montañas que se
encuentran a más de cinco mil metros sobre el nivel del mar, la potencia de sus
armas clasificadas como letales, les dieron el dominio absoluto del continente
americano.
En el campo geoestratégico se
esforzaron sin cesar para establecer y disponer de una extraordinaria red de
caminos, que en la época no existía en
el viejo continente, amplias avenidas donde transitaban miles de soldados y
bestias de carga transportando millones de toneladas en abastecimientos, para
atender a las poblaciones en situación crítica, estaciones escalonadamente
ubicadas a lo largo de los caminos para el descanso de los viajeros adornaban las
sendas, le daban al inca la capacidad de gobernar el imperio en tiempo real.
La construcción de fortalezas
militares y grandes ciudades llamadas réplicas del cusco a lo largo y ancho del
imperio aseguraba la supremacía incaica, poderosas obras de arte en zonas
estratégicas, señalización y demarcado de fronteras mediante ciclópeos hitos de
piedra, denominados marcadores espaciales.
Su extraordinaria cultura de seguridad
de sus informaciones les permitía enclavar sus comunicaciones, hasta la fecha
indescifrables, mensajes en clave reproducidos en telares, vasijas, piedras y
metales preciosos y hasta en las robustas espaldas de los guerreros eran
interpretados por expertos criptógrafos.
Sistemas de coordenadas geográficas
radiales señalaban con precisión los cuatro suyos y orientaban a las
expediciones militares, itinerantes y mensajeros con puntualidad, asegurando la
rapidez y velocidad para la llegada oportuna de las informaciones y
abastecimientos en tiempo reducido.
El poderoso ejército real estaba diseminado
a lo largo y ancho de los cuatro suyos, cada una de las principales regiones
disponía de sus propias fuerzas armadas, en época de paz cumplían funciones
policiales, estaba constituido por generales con amplia experiencia en
operaciones de combate, los oficiales que comandaban las tropas eran
rigurosamente escogidos y pertenecían a las familias de la realeza, el servicio
militar era obligatorio desde los dieciocho a los cincuenta años, la
preparación de los combatientes era sumamente rigurosa, en el Cusco y Quito se
ubicaban las dos prestigiosas escuelas de formación de oficiales.
El espíritu guerrero y liderazgo eran
requisitos para los conductores de las tropas, hombres temerarios y decididos,
carácter fuerte y explosivo, decisión y convicción, altos estándares de formación física e intelectual caracterizaban
a los oficiales y soldados de las fuerzas especiales, denominadas tropas de
asalto.
La selección étnica les permitía
disponer de individuos genéticamente fuertes y resistentes cuya presencia
influía sicológicamente a los contrincantes, buscaron mantener y perennizar el
biotipo del inca, para replicar su
estatura mayor a un metro ochenta centímetros y peso sobre los ochenta quilos,
es así que el inca por su condición de ser sagrado tenía varias esposas y entre
los hijos de las esposas se consentían los matrimonios.
El traslado y reasentamiento de las
poblaciones se realizaba para establecer ciudades cerca a sus caminos y con
fines militares, asegurar la influencia y control de las poblaciones por el imperio, entremezclar las culturas bajo el primado de
la incaica, respetando las peculiaridades culturales de cada nación.
El paradigma inca postulaba la
geografía y medio ambiente por su adoración a la naturaleza, amplias zonas eran
declaradas como lugares sagrados fuera de cualquier tipo de contaminación, eran
muy rigurosos en los castigos y sanciones para quienes contaminaban los ríos,
arroyos y zonas pobladas, pues era prioridad mantener alejadas a las
enfermedades y epidemias.
El culto a los muertos que les imponía
su religión les obligaba a venerar sus difuntos en grandes fortalezas y
santuarios, con las atenciones y servidumbres que disponían cuando estaban
vivos, grandes ceremonias y sacrificios de animales se realizaban para venerarlos,
esta realidad niega los informes de los cronistas españoles que informaron a la
corona que los incas hacían tambores con
las pieles de sus muertos, dicho sea de paso nunca se encontró en los restos
incaicos tambores confeccionados con piel humana.
Imponer un idioma común por todo el
imperio fue una estrategia geopolítica para unificar el imperio, asegurando la
precisa comunicación en todas y cada una de las latitudes del extenso
territorio, diseminar la cultura y la educación con prioridad a la investigación
y desarrollo tecnológico.
La potente filosofía del imperio que
postulaba el Ama Sua (no seas
ladrón); Ama Llulla (no seas mentiroso) y Ama Quella (no seas flojo). Son principios
milenarios que sintetizan de manera extraordinaria la moral de los majestuosos
incas, para alejarlos de la desidia, avaricia, maldad y egoísmo.
LA PLUMA DE MAX