Hoy me desperté preocupado porque
soñé que estaba nadando en un mar de basura, fue una escabrosa pesadilla, las fuertes palabras de la
ciudadana alemana que me abordó en el aeropuerto del Cusco me afligieron, me
causaron inmensa preocupación:
-
Holaaaa, hace mucho calor en la sala de embarque – en
buen español, me comentó una agraciada turista que se había sentado a mi
costado derecho.
-
Sí, pero afuera hace frio, será tal vez por la gran
cantidad de personas que estamos colmando la sala de embarque, porque por
ningún lado veo calefacción – le dije.
-
Usted es cusqueño – me preguntó.
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Si, – le dije.
-
¿Dónde aprendió el español? – le pregunté.
-
En el ecuador – me dijo.
-
¿Qué le parece el Cusco? – le conversé.
-
El Cusco es extraordinario, el imperio inca fue muy poderoso
y su legado histórico es muy rico y valioso – me expresó.
-
Encontró algo que no estaba bien en su visita al Perú
– le interrogué.
-
El problema del Perú es la basura, la basura esta
regada por todos lados, desde Tumbes, Piura, Lima, Ica, hasta en las ruinas la
gente bota la basura, la gente no tiene ningún escrúpulo para tirar la basura
en las calles, en los monumentos, en los ríos, en cualquier lugar y ninguna
persona hace algo por criticar o decirle algo a la persona que ensucia, todos
son indiferentes y todo está sucio.
-
Será tal vez porque en el Perú no existe multa para
las personas que ensucian las calles o botan basura en cualquier lado – trate
de ensayar una respuesta.
-
En Alemania tampoco existe multa pero todo está
limpio, en Ecuador no hay multa pero todo se ve limpio, el problema está en los
peruanos – me insistió.
-
Por décadas los gobiernos no se preocuparon de los
pueblos ancestrales, justificando que su modo de vida y sus tradiciones se
tenían que mantener, no se les atendió, no se les dio modernidad ni bienestar y
ahora esas personan abandonan el campo y se instalan en la periferia de las
principales ciudades en medio de la miseria y pobreza, donde la basura se
acumula y ninguna autoridad se inmuta por este grave problema – busqué una
respuesta coherente.
-
Creo que ese no es el problema de tu país, porque en
las ruinas de Ollantaytambo observé que una madre campesina le enseñaba a su
hijo de tres años para bote los desechos en el tacho de basura y el niño
presuroso y obediente colocaba la basura en su lugar – me replicó.
-
Tal vez tu visión europea te permita observar con más
agudeza este fenómeno, pero lo que sucede es que, a Latinoamérica la
conquistaron los españoles que no trajeron sus mejores cuadros, posiblemente no
tendríamos los problemas que observas si hubieran llegado los ingleses o
alemanes – le comenté.
-
Ese no es el problema, el problema es la educación, la
gente no está educada, la gente no se respeta ni respeta a los demás, la gente
no tiene vergüenza ni remordimiento de ensuciar y manchar, malograr y tirar la
basura en cualquier lado. El Perú es una mancha en Latinoamérica, en Chile,
Argentina y en el ecuador no se nota la basura, la basura no está regada en la
entrada al aeropuerto, no está en medio de las avenidas, no está regada en los
mercados.
-
Tienes razón, es la falta de educación - le comenté
que en mi último viaje a Hanton, Virginia, observé algo que me parecía extraño
en la conducta del esposo de mi hermana Marita, Charles Hills, ciudadano
norteamericano, quien a manera que caminábamos por las calles, el viento
arrastraba algunas hojas de los árboles que ensuciaban la senda, pero Charles, se
agachaba para recoger las escasas hojas derramadas y se las colocaba al
bolsillo, pues tendría vergüenza que sus calles estén sucias o tenía en su
chip que todo debería estar impecable.
-
Cuál es tu ocupación – me preguntó.
-
Docente universitario – le dije.
-
Pues como docente, tienes la responsabilidad de
educar. Ustedes los profesores son los principales responsables de lo que está
sucediendo en su país, con educación y solo con educación solucionaran el
problema, ustedes mismos y sin ayuda de nadie – fue tajante en sus palabras.
-
Bueno ya sale mi vuelo, mucho gusto, hasta luego, chau
- me despedí.
-
No se olvide, en sus manos está la solución al
problema – a manera que me alejaba me insistió.
Durante el vuelo comencé a pensar,
quizá esto sea el inicio de todo el problema, pues si tiramos la basura en
cualquier lado es que no nos respetamos, es que no nos valoramos, que si vemos a las personas botando la basura
y no les decimos nada no nos inmutados, somos indiferentes es que ya nos
acostumbramos a vivir en medio de la basura.
En la selva contaminamos los ríos,
lagunas y cochas con relaves de minería y derrames de petróleo, en la sierra
los ríos arrastran los desagües de las cloacas de todas las poblaciones a lo
largo de las riveras, en la costa, el mar es un inmenso colector de basura.
En el verano pasado mi hijo llegó
con su esposa, una agraciada ciudadana Brasilera, sugirieron irnos a la playa,
se me vino en memoria las arenas blancas y la transparencia de la límpida agua
del mar del litoral Brasilero, entonces decidí buscar la mejor playa del
litoral, quilómetro 50 de la panamericana sur, piscinas y playa, sombrillas al
hombro nos instalamos en la arena, con desagrado constaté que el agua estaba
babosa y amarillo verdosa, habían ramas y bolsas de plástico flotando, hasta
pañales usados venían y regresaban jalados por la fuerza de las olas, pero la
gente se bañaba en el mar, la gente estaba habituada a bañarse en medio de la
basura. Sentí vergüenza y sugerí irnos a la piscina.
Es irónico, el Perú no es un
ejemplo de conservación del medio ambiente, pero se da el lujo de liderar la
COP20, gastando mucha platita, para este evento que albergará a más de 15 mil
representantes de 194 países durante 14 días, entre ellos presidentes y
mandatarios, para que vean in situ como nuestras calles y avenidas están
obstruidas por la basura, como las fachadas de la cuidad están manchadas por
una gruesa capa de hollín por el smog de las unidades de transporte. No hubiera sido necesario primero limpiar
un poco la casa para recibir a nuestras visitas, me pregunto.
LA PLUMA DE MAX