viernes, 29 de enero de 2016

DE LA MISTERIOSA AGENDA DEL CAPITÁN CARLOS:

MASACRE EN EL PUENTE

Los oficiales asimilados, médicos y odontólogos, por su formación profesional no estaban en condiciones de conducir acciones de combate.  Se presentó la  necesidad de contar con mayor número de oficiales que conformen las patrullas para rondar la ciudad, en razón de que el número de  oficiales de armas era muy reducido. Para esto, primero consulté a cada uno de los médicos y odontólogos si estarían en condiciones de patrullar en la noche la ciudad de Alameda al mando de veinte hombres, advirtiendo el riesgo que correrían ante la posibilidad de ser emboscados o recibir un ataque de los guerrilleros de “Relámpago Rojo”.
Llevados por el entusiasmo de tener la posibilidad de sentirse verdaderos guerreros y experimentar acciones de combate real, en su mayoría los encuestados respondieron que sí estaban preparados y se ofrecían como voluntarios para salir al mando de una patrulla. Consciente de que los médicos y odontólogos no tenían el más adecuado entrenamiento para comandar tropas en acciones militares, recomendé al comandante de la unidad para que los asimilados previo reentrenamiento en el manejo de armas y conducción de patrullas, cumplan esta tarea en puestos fijos a fin de minimizar el riesgo que significaba rondar durante toda la noche por la parte periférica de la ciudad. 
Es así que luego de aprobada mi recomendación por el comandante de la unidad, la primera patrulla de asimilados que se designó estuvo al mando del teniente odontólogo García Celay. Durante horas el teniente García se esmeró en preparar su patrulla,  portando una ametralladora ligera con silenciador, pistola al cinto, visor nocturno, puñal de comando, chompa negra de cuello alto, pasamontañas, chaleco antibalas y radio portátil. Con puntualidad inglesa García se presentó a la guardia papa dar cuenta que su patrulla estaba lista y que de inmediato se haría cargo de su servicio en el puesto de control denominado “Faro de Alameda”, cabe mencionar que en esos días “Relámpago Rojo” había hostigado en ese lugar principalmente a horas de la madrugada, con lanzamiento de bombas de fabricación casera, desde la cima del cerro aledaño al puesto de control.
-     Bien, teniente García, antes de su salida al exterior, primero pasaremos revista del armamento y equipo a sus veinte soldados y luego  haremos un simulacro de ataque de Relámpago - le manifesté.
-     Entendido mi Capitán – respondió.
El entusiasmo de García era evidente, en sus ojos se veía la ilusión, cumpliría algo que solo en sus sueños lo había concebido y con orgullo  contaría a todos y cada uno de sus familiares, amigos y colegas sus proezas en la zona de emergencia.   En efecto concluido el examen, todo salió bien, el  teniente García trasmitía a las tropas seguridad, daba un cierto nivel de confianza,  evidenciaba su firme voluntad para que las cosas le salieran bien. Luego de embarcarse junto con sus tropas en un carro blindado y un camión porta tropa, la patrulla del teniente García se alejó raudamente del fuerte con rumbo al “Faro de Alameda”.
Ese día mi sentido de responsabilidad y mis inseguridades sobre el desempeño de García no me dejaron dormir, pensando que la impericia en temas castrenses del cirujano dentista podría ocasionar lamentables incidentes.
Muy al amanecer me dieron cuenta que la patrulla del teniente García había retornado con ocurrencias, inmediatamente fui a constatar lo que había acontecido, encontrando rastros de sangre en el carro de porta tropa, pensé “carajo este cojudo la cagó” y se me vinieron a la mente  las graves consecuencias que traería una mala acción de un oficial que no estaba preparado ni entrenado para cumplir eficientemente esta tarea y que la responsabilidad de este desacierto recaería sobre todo el comando de la unidad, pero sorprendentemente el flemático teniente García se me presentó imperturbable, con total tranquilidad, para darme cuenta de las ocurrencias de su servicio:
-     Permiso mi Capitán, tengo que darle cuenta de un incidente que en mi servicio se ha ocurrido y por consecuencia de ello se han producido trece bajas –  informó García.
-     Cuénteme de que se trata todo este misterio Teniente –  le dije.
-     Sucede que, aproximadamente a la media noche, mientras vigilábamos junto con mi patrulla, en la profunda oscuridad de los cerros aledaños a nuestro puesto de vigilancia, se  escucharon ruidos, provenientes de los matorrales de las laderas del cerro, presumía que se trataba de una incursión guerrillera, ante lo cual, los centinelas hicieron el alto para que se detengan aquellas personas que presuntamente se desplazaban por el sector, pese a esto  persistieron estos ruidos. Temerosos de un ataque de “Relámpago Rojo”, ordené a la tropa que dispare en la dirección de donde provenían esos sonidos,  luego de tanto disparo que se ejecutó por más de media hora, la noche quedó silenciosa, el ruido que provenía del interior del matorral se  había detenido, así al clarear del amanecer verificamos el lugar y encontramos una enorme animal, era una chancha preñada que estaba muerta atingida por más de cincuenta disparos, que los centinelas y yo habíamos realizado - señaló el Teniente García.
Las trece bajas a las que se refería el teniente García, no eran más que una inmensa chancha próxima a parir sus doce lechoncitos, que luego de acribillarla, la  habían subido en el carro porta tropa y transportado al fuerte para ser metida en la paila.
-     ¿García, usted antes de constituirse al fuerte ha verificado que fuera de esta ocurrencia no existan otros problemas que se hubieran podido generar por los disparos que se realizaron en su servicio?– le pregunté.
-     No se preocupe mi Capitán, todo está en orden y no existe ningún otro problema – Señaló.
-     ¿Usted ha verificado si el animal que usted ha traído al fuerte tiene propietario? – le repregunté.
-     Sí, mi Capitán, los lugareños me han informado que este es un animal silvestre o sea no tiene dueño - me dijo.
-     Sus respuestas no me convencen teniente, no es lógico que no tenga propietario este animal – le manifesté.
-      No se preocupe mi Capitán, más bien, le invito a tomar un rico desayuno con chicharrones – contestó sosegadamente.
-     ¡Sargento, que se lleven a esta chancha a la cocina y diga a toda la tropa que el teniente García invitará chancho al horno y chicharrones! – ordenó García a un clase.
Pasadas algunas horas en la puerta del cuartel se presentó un campesino manifestando que un animal de su propiedad había sido sacrificado y llevado al cuartel,  que se trataba de una chancha que estaba preñada y exigiendo el pago de trescientos pesos por la misma.
-     ¡Teniente García! - lo llamé, cuando  se desplazaba despreocupadamente por el patio del fuerte, rumbo al consultorio de odontología.
-     En la puerta del cuartel se encuentra un campesino reclamando por una chancha que estaba preñada, es necesario que usted solucione este incidente. Le manifesté.
-     En seguida mi Capitán, inmediatamente iré a la guardia para conversar con ese señor y solucionar este problema – me dijo.
-     Me da cuenta de los resultados – le ordené.
-     García permaneció por unos minutos con el campesino tratando de negociar el pago por el animal, puesto que, de no solucionarse este problema se podría convertir en una grave denuncia por robo. De pronto García nuevamente se presentó para manifestar los resultados de su negociación.
-     Mi Capitán, vengo a informarle que el problema está solucionado.
-     ¿De qué forma lo solucionó? – le pregunté.
-     Me comprometí para arreglarle toda su dentadura al campesino propietario de la chancha en un plazo de seis meses - contestó.
Me puse a pensar, este teniente va tener un gran trabajo, porque los gendarmes de la guardia me habían comentado que el lugareño dueño del animal, tenía la dentadura totalmente malograda y que le faltaban varios dientes.


Certificado de depósito legal, Ley Nº 29165



BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

LA MISTERIOSA AGENDA DEL CAPITÁN CARLOS

Nº 2015.26213

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FIRMADO: DIRECTORA EJECUTIVA






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