MASACRE EN
EL PUENTE
Los oficiales asimilados, médicos y odontólogos, por su formación
profesional no estaban en condiciones de conducir acciones de combate. Se presentó la necesidad de contar con mayor número de
oficiales que conformen las patrullas para rondar la ciudad, en razón de que el
número de oficiales de armas era muy
reducido. Para esto, primero consulté a cada uno de los médicos y odontólogos
si estarían en condiciones de patrullar en la noche la ciudad de Alameda al
mando de veinte hombres, advirtiendo el riesgo que correrían ante la
posibilidad de ser emboscados o recibir un ataque de los guerrilleros de
“Relámpago Rojo”.
Llevados por el entusiasmo de tener la posibilidad de sentirse
verdaderos guerreros y experimentar acciones de combate real, en su mayoría los
encuestados respondieron que sí estaban preparados y se ofrecían como
voluntarios para salir al mando de una patrulla. Consciente de que los médicos
y odontólogos no tenían el más adecuado entrenamiento para comandar tropas en
acciones militares, recomendé al comandante de la unidad para que los
asimilados previo reentrenamiento en el manejo de armas y conducción de
patrullas, cumplan esta tarea en puestos fijos a fin de minimizar el riesgo que
significaba rondar durante toda la noche por la parte periférica de la
ciudad.
Es así que luego de aprobada mi recomendación por el comandante de la
unidad, la primera patrulla de asimilados que se designó estuvo al mando del
teniente odontólogo García Celay. Durante horas el teniente García se esmeró en
preparar su patrulla, portando una
ametralladora ligera con silenciador, pistola al cinto, visor nocturno, puñal
de comando, chompa negra de cuello alto, pasamontañas, chaleco antibalas y
radio portátil. Con puntualidad inglesa García se presentó a la guardia papa
dar cuenta que su patrulla estaba lista y que de inmediato se haría cargo de su
servicio en el puesto de control denominado “Faro de Alameda”, cabe mencionar
que en esos días “Relámpago Rojo” había hostigado en ese lugar principalmente a
horas de la madrugada, con lanzamiento de bombas de fabricación casera, desde
la cima del cerro aledaño al puesto de control.
- Bien, teniente García, antes de su salida al exterior, primero pasaremos
revista del armamento y equipo a sus veinte soldados y luego haremos un simulacro de ataque de Relámpago -
le manifesté.
- Entendido mi Capitán – respondió.
El entusiasmo de García era
evidente, en sus ojos se veía la ilusión, cumpliría algo que solo en sus sueños
lo había concebido y con orgullo
contaría a todos y cada uno de sus familiares, amigos y colegas sus
proezas en la zona de emergencia. En
efecto concluido el examen, todo salió bien, el
teniente García trasmitía a las tropas seguridad, daba un cierto nivel
de confianza, evidenciaba su firme
voluntad para que las cosas le salieran bien. Luego de embarcarse junto con sus
tropas en un carro blindado y un camión porta tropa, la patrulla del teniente
García se alejó raudamente del fuerte con rumbo al “Faro de Alameda”.
Ese día mi sentido de
responsabilidad y mis inseguridades sobre el desempeño de García no me dejaron
dormir, pensando que la impericia en temas castrenses del cirujano dentista
podría ocasionar lamentables incidentes.
Muy al amanecer me dieron
cuenta que la patrulla del teniente García había retornado con ocurrencias,
inmediatamente fui a constatar lo que había acontecido, encontrando rastros de
sangre en el carro de porta tropa, pensé “carajo este cojudo la cagó” y se me
vinieron a la mente las graves
consecuencias que traería una mala acción de un oficial que no estaba preparado
ni entrenado para cumplir eficientemente esta tarea y que la responsabilidad de
este desacierto recaería sobre todo el comando de la unidad, pero
sorprendentemente el flemático teniente García se me presentó imperturbable,
con total tranquilidad, para darme cuenta de las ocurrencias de su servicio:
- Permiso mi Capitán, tengo que darle cuenta de un incidente que en mi
servicio se ha ocurrido y por consecuencia de ello se han producido trece bajas
– informó García.
- Cuénteme de que se trata todo este misterio Teniente – le dije.
- Sucede que, aproximadamente a la media noche, mientras vigilábamos junto
con mi patrulla, en la profunda oscuridad de los cerros aledaños a nuestro
puesto de vigilancia, se escucharon
ruidos, provenientes de los matorrales de las laderas del cerro, presumía que
se trataba de una incursión guerrillera, ante lo cual, los centinelas hicieron
el alto para que se detengan aquellas personas que presuntamente se desplazaban
por el sector, pese a esto persistieron estos
ruidos. Temerosos de un ataque de “Relámpago Rojo”, ordené a la tropa que
dispare en la dirección de donde provenían esos sonidos, luego de tanto disparo que se ejecutó por más
de media hora, la noche quedó silenciosa, el ruido que provenía del interior
del matorral se había detenido, así al
clarear del amanecer verificamos el lugar y encontramos una enorme animal, era
una chancha preñada que estaba muerta atingida por más de cincuenta disparos,
que los centinelas y yo habíamos realizado - señaló el Teniente García.
Las trece bajas a las que se
refería el teniente García, no eran más que una inmensa chancha próxima a parir
sus doce lechoncitos, que luego de acribillarla, la habían subido en el carro porta tropa y
transportado al fuerte para ser metida en la paila.
- ¿García, usted antes de constituirse al fuerte ha verificado que fuera
de esta ocurrencia no existan otros problemas que se hubieran podido generar
por los disparos que se realizaron en su servicio?– le pregunté.
- No se preocupe mi Capitán, todo está en orden y no existe ningún otro
problema – Señaló.
- ¿Usted ha verificado si el animal que usted ha traído al fuerte tiene
propietario? – le repregunté.
- Sí, mi Capitán, los lugareños me han informado que este es un animal
silvestre o sea no tiene dueño - me dijo.
- Sus respuestas no me convencen teniente, no es lógico que no tenga
propietario este animal – le manifesté.
- No se preocupe mi Capitán, más
bien, le invito a tomar un rico desayuno con chicharrones – contestó
sosegadamente.
- ¡Sargento, que se lleven a esta chancha a la cocina y diga a toda la
tropa que el teniente García invitará chancho al horno y chicharrones! – ordenó
García a un clase.
Pasadas algunas horas en la
puerta del cuartel se presentó un campesino manifestando que un animal de su
propiedad había sido sacrificado y llevado al cuartel, que se trataba de una chancha que estaba
preñada y exigiendo el pago de trescientos pesos por la misma.
- ¡Teniente García! - lo llamé, cuando
se desplazaba despreocupadamente por el patio del fuerte, rumbo al
consultorio de odontología.
- En la puerta del cuartel se encuentra un campesino reclamando por una
chancha que estaba preñada, es necesario que usted solucione este incidente. Le
manifesté.
- En seguida mi Capitán, inmediatamente iré a la guardia para conversar
con ese señor y solucionar este problema – me dijo.
- Me da cuenta de los resultados – le ordené.
- García permaneció por unos minutos con el campesino tratando de negociar
el pago por el animal, puesto que, de no solucionarse este problema se podría
convertir en una grave denuncia por robo. De pronto García nuevamente se
presentó para manifestar los resultados de su negociación.
- Mi Capitán, vengo a informarle que el problema está solucionado.
- ¿De qué forma lo solucionó? – le pregunté.
- Me comprometí para arreglarle toda su dentadura al campesino propietario
de la chancha en un plazo de seis meses - contestó.
Me puse a pensar, este teniente va tener un gran trabajo, porque los
gendarmes de la guardia me habían comentado que el lugareño dueño del animal,
tenía la dentadura totalmente malograda y que le faltaban varios dientes.