Hoy me levanté con el firme
propósito de hacer reparar el faro delantero roto y el guarda fango abollado
del carro de mi hija.
El mecánico del taller me
recomienda que me dirija al cruce de la Avenida México con Palermo, en ese
lugar se puede encontrar el repuesto del faro delantero. La carrera desde Tomas
Marsano cuesta quince soles, el taxista me dice que tenga cuidado porque la
zona está plagada de rateros y estafadores y
que no haga caso a los jaladores pues son ladrones.
Desciendo del taxi e ingreso a varios negocios buscando un
repuesto original, pero no existe nada original en vitrina, todo es chino o hechizo
por artesanos de la zona, los negociantes me dicen que puedo encontrar algo
original pero usado en San Jacinto.
En San Jacinto se canibalizan,
desarman, desintegran los carros que son robados y si quieres puedes hacer tu pedido al estilo delivery, o
sea encargas tu repuesto, te piden los datos de tu vehículo de acuerdo a tu
tarjeta de propiedad, año, motor, modelo, marca, etc. Con ese dato salen a las calles y avenidas
para buscar un carro de las mismas características y le roban las autopartes
que tú necesitas, no importa si el robo se realizó al frente de la
estación de policía o al costado de
palacio de gobierno. Entonces los que hacemos pedidos de repuestos en San
Jacinto estamos creando una cadena interminable de robos, delitos y crímenes,
pues para perpetrar los hechos los ladrones no son selectivos, pueden atacar y
matar incluso a nuestros hijos o familiares directos, todo por cumplir nuestro
encargo.
En los talleres de Palermo, centenares
de personas se disputan a los clientes. Los jóvenes que trabajan o laboran en
el lugar son avivados, mil oficios, tienen lenguaje en clave, en promedio son
bajos, regordetes con la barriga abultada, rostro curtido y oscurecido por los
incandescentes rayos del sol, lucen sus aretes y tatuajes con orgullo, usan
polos sin mangas y pantalones cortos, medias al talón y zapatillas de lona.
Ellos vienen de diferentes lugares, son de Ayacucho, Piura, Huancayo, Tarapoto,
etc. La capital los ha tratado mal, no tienen competencias para un trabajo
formal, pero se las ingenian para ganar alguito y pagar su alimentación y alquiler
de vivienda en el cerro San Cosme o Villa María. En esos lugares se cubren de
una atmosfera delictiva y agresiva.
La escases de clientes y compradores
me hace pensar que el nivel de las
ventas y los servicios prestados es bajo, algunos pese a su esmero, empeño y
voluntad no sacarán ese día ni un centavo, entonces tendrán que maquinar alguna
idea que les haga obtener dinero, por ejemplo tendrán que salir a robar, asaltar
y cogotear. Saben, conocen y están conscientes
que tomarán decisiones de alto
riesgo por obtener unos centavos que los sacará de misios momentaneamente, en
algunos casos tendrán que asesinar inocentes, otros herir de gravedad a sus víctimas, pero
también pueden ser atrapados y eliminados por algún policía que esté cumpliendo con honestidad y
responsabilidad sus funciones.
No hay repuesto original para el
faro de su carro me dice el vendedor, pero le puedo cambiar la mica y pegar su
base rota, eso le costará noventa soles, el faro original esta novecientos
soles y lo tiene que pedir a la Toyota. Tomé el riesgo y ordené que se ejecute
el trabajo que demoró quince minutos, la verdad el trabajo era tan bueno que no
se notaba que había sido reparado.
Conforme con el trabajo al día
siguiente regresé al mismo lugar, me enrumbé directamente al taller que
conocía, a uno de los jóvenes le pedí que planche y coloque masilla al
guardafangos chocado, mientras el planchador con martillo en mano enderezaba la
lata, otros cuatro lo miraban con
envidia pues era el único que había conseguido el trabajo, incluso impedían que
labore con comodidad, entonces decidí darles trabajo a sus colegas, uno tenía
que pulir los faros opacados, otro fabricaría el seguro de faro que estaba roto
y otro se encargaría de la pintura. El
cambio del estado a ánimo y la voluntad de servicio eran notorios, todos tenían trabajo, ese día todo
el grupo llevaría algo de dinero para su casa, ese día ya no saldrían por la noche
a agredir a la sociedad.
La conversación se hace grata,
los jóvenes se sienten en confianza,
tienen algunas ideas para los
políticos que están en campaña, preguntan
si es posible que el gobierno establezca un seguro de desempleo para los
trabajadores informales, para los que están marginados, para los que no
consiguen trabajo continuo, para los que salen de las cárceles y la sociedad
los rechaza, para los que tienen antecedentes penales y judiciales, para los
que están al margen de todo. La idea es buena pero de donde el gobierno sacará
dinero para afrontar este gasto. No será gasto asegura uno de ellos, solo será
una especie de préstamo y los montos serán mínimos y necesarios para nuestra
alimentación y vivienda, y las deudas serán pagadas cuando mejore nuestra
situación laboral. Esto permitirá que nuestras necesidades sean cubiertas
temporalmente y no salgamos a delinquir abrumados por las necesidades básicas
que debemos que cubrir en nuestros hogares.
Estamos dispuestos a hacer un
aporte mínimo mensual para implementar este seguro, y permitir que el estado
llegue a los no formalizados que constituimos el setenta por ciento de la
población nacional.
Un candidato propuso que todos
los ciudadanos podemos hacer un aporte
mensual en relación al sueldo mínimo vital, este aporte sería devuelto a los ciudadanos con la mejora de los servicios de salud,
educación, vivienda y asistencia social, y el control de este aporte seria mediante
un estado de cuenta controlado al cien
por ciento de la población con un sistema que funcione a partir de un chip en el DNI.
Algunos dicen que el Impuesto General
a las Ventas (IGV) que es un impuesto que todos los peruanos de pagamos al
comprar algo, que es muy alto y que no debemos aportar más al estado. Pero la
cruda realidad es que solo los negocios y empresas formales pagan este rubro,
valiéndose de artimañas y vacíos legales para aminorar o reducir los montos. La
gran mayoría no paga este único impuesto indirecto, solo en Lima el setenta por
ciento de las bodegas son informales, no tienen contabilidad ni pagan IGV, hay
zonas en el callao y en los mal llamados conos donde nunca ha ingresado la
SUNAT ni podrá ingresar a fiscalizar por que los sacan a pedradas, en
provincias el caso es más crítico, los mercados, los basares y bodegas no
expenden boletas ni facturas, es decir el IGV es un impuesto imposible de
generalizar en un estado de las características particulares del País.
Existen millones de personas que
en su vida han pagado un solo sol de impuestos al estado. Un anciano de setenta
años que vivió en un barrio pobre o medianamente pobre, nunca aportó al estado
para su jubilación, ni para su salud, pues siempre compró en la bodega de la
esquina, comió en el mercado, compro su ropa en el bazar donde no se escucha ni
se conoce que es una boleta o una factura, y si pagó sin saber el IGV ese valor
nunca ingresó en la contabilidad del estado, porque se quedó con el bodeguero o
el mercader, pero ahora ese adulto mayor
recibe una pensión insignificante, recibe atención de pésima calidad en los
centros de salud del estado.
Entonces es hora que todos los
peruanos que según la constitución somos iguales y tenemos los mismos derechos
y obligaciones, aportemos sin discriminar a los grandes de los chicos, a los de
arriba o los de abajo, a los mal llamados pobres y ricos, para dar el gran
salto que estamos esperando.
LA PLUMA DE MAX