sábado, 26 de marzo de 2016

¿Todos deberíamos aportar al estado?

Hoy me levanté con el firme propósito de hacer reparar el faro delantero roto y el guarda fango abollado del carro de mi hija.
El mecánico del taller me recomienda que me dirija al cruce de la Avenida México con Palermo, en ese lugar se puede encontrar el repuesto del faro delantero. La carrera desde Tomas Marsano cuesta quince soles, el taxista me dice que tenga cuidado porque la zona está plagada de rateros y estafadores y  que no haga caso a los jaladores pues son ladrones.
Desciendo del taxi  e ingreso a varios negocios buscando un repuesto original, pero no existe nada original en vitrina, todo es chino o hechizo por artesanos de la zona, los negociantes me dicen que puedo encontrar algo original pero usado en San Jacinto.
En San Jacinto se canibalizan, desarman, desintegran los carros que son robados y si quieres  puedes hacer tu pedido al estilo delivery, o sea encargas tu repuesto, te piden los datos de tu vehículo de acuerdo a tu tarjeta de propiedad, año, motor, modelo, marca, etc.  Con ese dato salen a las calles y avenidas para buscar un carro de las mismas características y le roban las autopartes que tú necesitas, no importa si el robo se realizó al frente de la estación  de policía o al costado de palacio de gobierno. Entonces los que hacemos pedidos de repuestos en San Jacinto estamos creando una cadena interminable de robos, delitos y crímenes, pues para perpetrar los hechos los ladrones no son selectivos, pueden atacar y matar incluso a nuestros hijos o familiares directos, todo por cumplir nuestro encargo.
En los talleres de Palermo, centenares de personas se disputan a los clientes. Los jóvenes que trabajan o laboran en el lugar son avivados, mil oficios, tienen lenguaje en clave, en promedio son bajos, regordetes con la barriga abultada, rostro curtido y oscurecido por los incandescentes rayos del sol, lucen sus aretes y tatuajes con orgullo, usan polos sin mangas y pantalones cortos, medias al talón y zapatillas de lona. Ellos vienen de diferentes lugares, son de Ayacucho, Piura, Huancayo, Tarapoto, etc. La capital los ha tratado mal, no tienen competencias para un trabajo formal, pero se las ingenian para ganar alguito y pagar su alimentación y alquiler de vivienda en el cerro San Cosme o Villa María. En esos lugares se cubren de una atmosfera delictiva y agresiva.
La escases de clientes y compradores me hace pensar que  el nivel de las ventas y los servicios prestados es bajo, algunos pese a su esmero, empeño y voluntad no sacarán ese día ni un centavo, entonces tendrán que maquinar alguna idea que les haga obtener dinero, por ejemplo tendrán que salir a robar, asaltar y cogotear. Saben, conocen y están conscientes  que tomarán  decisiones de alto riesgo por obtener unos centavos que los sacará de misios momentaneamente, en algunos casos tendrán que asesinar inocentes,  otros herir de gravedad a sus víctimas, pero también pueden ser atrapados y eliminados por algún policía que  esté cumpliendo con honestidad y responsabilidad sus funciones.
No hay repuesto original para el faro de su carro me dice el vendedor, pero le puedo cambiar la mica y pegar su base rota, eso le costará noventa soles, el faro original esta novecientos soles y lo tiene que pedir a la Toyota. Tomé el riesgo y ordené que se ejecute el trabajo que demoró quince minutos, la verdad el trabajo era tan bueno que no se notaba que había sido reparado.
Conforme con el trabajo al día siguiente regresé al mismo lugar, me enrumbé directamente al taller que conocía, a uno de los jóvenes le pedí que planche y coloque masilla al guardafangos chocado, mientras el planchador con martillo en mano enderezaba la lata, otros cuatro  lo miraban con envidia pues era el único que había conseguido el trabajo, incluso impedían que labore con comodidad, entonces decidí darles trabajo a sus colegas, uno tenía que pulir los faros opacados, otro fabricaría el seguro de faro que estaba roto y otro se encargaría de la pintura.  El cambio del estado a ánimo y la voluntad de servicio eran  notorios, todos tenían trabajo, ese día todo el grupo llevaría algo de dinero para su casa, ese día ya no saldrían por la noche a agredir a la sociedad.
La conversación se hace grata, los jóvenes se sienten en confianza,  tienen algunas ideas  para los políticos que están en campaña,  preguntan si es posible que el gobierno establezca un seguro de desempleo para los trabajadores informales, para los que están marginados, para los que no consiguen trabajo continuo, para los que salen de las cárceles y la sociedad los rechaza, para los que tienen antecedentes penales y judiciales, para los que están al margen de todo. La idea es buena pero de donde el gobierno sacará dinero para afrontar este gasto. No será gasto asegura uno de ellos, solo será una especie de préstamo y los montos serán mínimos y necesarios para nuestra alimentación y vivienda, y las deudas serán pagadas cuando mejore nuestra situación laboral. Esto permitirá que nuestras necesidades sean cubiertas temporalmente y no salgamos a delinquir abrumados por las necesidades básicas que debemos que cubrir en nuestros hogares.
Estamos dispuestos a hacer un aporte mínimo mensual para implementar este seguro, y permitir que el estado llegue a los no formalizados que constituimos el setenta por ciento de la población nacional.
Un candidato propuso que todos los ciudadanos podemos hacer un aporte  mensual en relación al sueldo  mínimo vital,  este aporte sería devuelto a los ciudadanos  con la mejora de los servicios de salud, educación, vivienda y asistencia social, y el control de este aporte seria mediante un estado de cuenta controlado  al cien por ciento de la población con un sistema que funcione a partir de  un chip en el DNI.
Algunos dicen que el Impuesto General a las Ventas (IGV) que es un impuesto que todos los peruanos de pagamos al comprar algo, que es muy alto y que no debemos aportar más al estado. Pero la cruda realidad es que solo los negocios y empresas formales pagan este rubro, valiéndose de artimañas y vacíos legales para aminorar o reducir los montos. La gran mayoría no paga este único impuesto indirecto, solo en Lima el setenta por ciento de las bodegas son informales, no tienen contabilidad ni pagan IGV, hay zonas en el callao y en los mal llamados conos donde nunca ha ingresado la SUNAT ni podrá ingresar a fiscalizar por que los sacan a pedradas, en provincias el caso es más crítico, los mercados, los basares y bodegas no expenden boletas ni facturas, es decir el IGV es un impuesto imposible de generalizar en un estado de las características particulares del País.
Existen millones de personas que en su vida han pagado un solo sol de impuestos al estado. Un anciano de setenta años que vivió en un barrio pobre o medianamente pobre, nunca aportó al estado para su jubilación, ni para su salud, pues siempre compró en la bodega de la esquina, comió en el mercado, compro su ropa en el bazar donde no se escucha ni se conoce que es una boleta o una factura, y si pagó sin saber el IGV ese valor nunca ingresó en la contabilidad del estado, porque se quedó con el bodeguero o el mercader,  pero ahora ese adulto mayor recibe una pensión insignificante, recibe atención de pésima calidad en los centros de salud del estado.
Entonces es hora que todos los peruanos que según la constitución somos iguales y tenemos los mismos derechos y obligaciones, aportemos sin discriminar a los grandes de los chicos, a los de arriba o los de abajo, a los mal llamados pobres y ricos, para dar el gran salto que estamos esperando.


LA PLUMA DE MAX