Gabo, nos dejaste como lo
hacen los grandes, en medio de una extensa y basta producción literaria, endemoniado
y embrujado escritor, tus obras en Latinoamérica son realidades porque nos
cuentan fantasías, pues siempre decías que en este rincón del mundo la realidad
supera largamente la fantasía, erudito escribidor que detestabas la ortografía,
que cuando terminabas una obra se te quitaban las ganas de leer.
Preferiste bailar
rancheras y dejaste tus humildes ballenatos
de tu sagrado Macondo, elegiste tomar
tequila en ves del rico ron colombiano, las
arepas las cambiaste por los tacos y burritos.
Ahora lloran por tu memoria
tus putas tristes, un general sigue confundido en su laberinto y un coronel ya
no tiene quien le escriba.
Allá en los confines te
vas a encontrar con tus amiguitos íntimos los chicos malos de Sandino, Allende
y Martí, a Fidel y Raúl los tendrás que esperar porque tienen que continuar martirizando
la isla.
Te preocupaste por los
oprimidos pero hasta ahora estoy traduciendo la frase que dijiste en tus horas
de hechicería “El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin
culo”.
No mentiste cuando
aseguraste que “la sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada” pues las
canas ya no son signo de cultura, ahora la magistratura te exige tinte y boberías.
Dijiste que “no teníamos un
mundo mejor al que nos podíamos mudar” pero ahora nos escribirás desde ese otro
mejor mundo al que te has mudado, sin ser autorizado, llevándote lo más valioso de tu ser, tu rebeldía.
Nos agarraste de sorpresa,
tu muerte sonó como el estampido de un pistoletazo que retumbó en nuestro
continente. Como cuando la muerte de José Arcadio el hijo de José Arcadio
Buendía y Ursula Iguarán... en vez de un hilo de sangre, la noticia de su deceso... "salió por debajo de la puerta,
atravesó la sala, salió a la calle, siguió en un curso directo por los andenes
disparejos, descendió escalinatas y subió pretiles, pasó de largo por la calle
de los turcos, dobló una esquina a la derecha y otra a la izquierda, volteó en
ángulo recto frente a la casa de los Buendía, pasó por debajo de la puerta
cerrada, atravesó la sala de visitas pegado a las paredes para no manchar los
tapices, siguió por la otra sala, eludió en una curva ancha la mesa del comedor,
avanzó por el corredor de las begonias y pasó sin ser visto por debajo de la
silla de Amaranta que daba una lección de aritmética a Aureliano José, y se
metió por el granero y apareció en la cocina donde Ursula se disponía a partir
treinta y seis huevos para el pan".
Descansa en paz premio nobel, nos dejas adelante cien años de tristeza, el
mar crecerá por las lágrimas de tu ausencia física, pero tus obras seguirán en
las repisas y mesas de noche para cuando el insomnio no nos deje dormir y
nuestras camas estén vacías.
LA PLUMA DE MAX